¡VAMPIRA HUMANISTA BUSCA SUICIDA! ¡DEFINITIVAMENTE RECOMENDABLE!
- Casa Svank
- 26 mar
- 3 Min. de lectura

¡Vampira humanista busca suicida! ¿Cómo no querer ver esta película con un título así? Hacía mucho que no escuchaba una frase tan llamativa, provocadora y directa. Y sí, el conflicto central es justo el que sugiere ese título: una vampira sin instinto asesino necesita alimentarse, pero no puede hacerlo porque es compasiva. La única forma en que encontrará sustento, por supuesto, será a través de alguien que ya desea morir. Hasta aquí, parece una premisa redonda. La pregunta es: ¿qué más hay en esta historia?
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Por un lado tenemos a Sasha, una joven vampira que padece una especie de “incapacidad”: sus colmillos no salen, no siente deseo de matar, y eso, en su mundo, la vuelve disfuncional. Sus padres, frustrados, siguen proveyéndole alimento como si aún fuera una niña. La situación recuerda a muchas familias humanas: padres agotados, esperando que su hija finalmente "salga al mundo" a hacer lo que se espera de ella ¿Cuándo despertará ese instinto que la convierta en adulta? ¿Cuándo dejará de depender? Esa es una de las tensiones más interesantes de la película: la adolescencia vista desde el lente vampírico.
Por otra parte está Paul, un adolescente con tendencias suicidas. Vive con su madre soltera, quien trabaja de noche y apenas tiene tiempo o energía para comunicarse con él. Trabaja en un boliche y es constantemente acosado por un abusador que también va en su escuela. Es el retrato del adolescente promedio en crisis: invisible, incomprendido, y además, víctima. El día que puede convertirse en héroe, todo le sale mal. Mata a un murciélago para proteger a sus compañeros, pero la directora del colegio –una figura grotesca y caricaturesca de autoridad educativa– lo regaña por “mostrar un instinto asesino”, sin atender jamás la situación real que atraviesa. Esa escena es particularmente aguda: una crítica clara a las instituciones que ignoran las emociones de los jóvenes mientras se escandalizan por actos simbólicos- no es que esté bien matar animales; no lo interpreten mal: en el film es un acto simbólico, mínimo, ante un problema realmente más grande.
Y ahí están: Sasha, la vampira humanista, y Paul, el suicida fallido. Dos adolescentes aislados, rotos, atravesando lo peor de esa etapa, encontrándose en el lugar más improbable para una historia de amor: un grupo de suicidas anónimos. Es ahí donde descubren que pueden ayudarse mutuamente: él puede morir, y ella alimentarse sin culpa. Pero lo que parecía un acuerdo racional se complica cuando, inevitablemente, se enamoran.
Antes del desenlace, la película propone varias reflexiones incómodas. Una de ellas: el último deseo de Paul es vengarse del chico que siempre lo molesta. Pero el plan sale mal, y Sasha termina matándolo. Aquí la historia cruza una línea difícil. ¿Nos están diciendo que el karma se paga con la muerte? ¿De verdad la película quiere dejar esa idea flotando? Es fuerte, y no necesariamente en el mejor sentido. Ya de por sí es delicado que uno de los protagonistas quiera morir; que otro adolescente sea asesinado por ello plantea preguntas éticas inquietantes. Y aunque el acto de Sasha se presenta como un gesto de amor, también revela que su instinto asesino ha despertado, justamente por proteger a quien ama.
La imagen de Sasha con la boca ensangrentada es poderosa, y puede interpretarse desde muchas lecturas simbólicas –incluyendo algunas relacionadas con la sexualidad, la iniciación, o la violencia en las relaciones adolescentes. No es casual que el “acto final” en el que Paul se convierte en vampiro esté construido como una parodia de “la primera vez”: ella encima de él, clavando los colmillos. El deseo y la muerte se cruzan. Él muere, renace y se convierte en su pareja. Juntos planean vivir alimentándose de personas que estén a punto de morir. Una especie de “eutanasia romántica”.
La película, con todo y sus excesos, plantea preguntas perturbadoras. Sí, me gustó, pero deja ahí cuestionamientos difíciles de ignorar: ¿Qué significa crecer en un mundo que no te quiere? ¿Qué pasa cuando la única forma de conectarse con otro es a través del dolor? ¿Dónde empieza el amor y dónde termina el deseo de desaparecer?
Quizá no todas las respuestas que da son afortunadas, pero el intento es provocador, atrevido, y por momentos, incómodamente cercano a ciertas realidades emocionales. No es solo una historia de vampiros adolescentes: es una radiografía oscura –y satírica– de cómo el dolor adolescente puede volverse pacto, redención o sentencia.
KV
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